
De la percusión a la esperanza: la vida de un músico en el suroriente de Bogotá
En el suroriente de Bogotá, donde las montañas abrazan la ciudad y las calles resuenan con historias de lucha, late un tambor que no se cansa. Es el de Carlos Cardozo, un hombre que convirtió la percusión en destino y la cultura en una forma de resistencia.
Por: Alejandro Muñoz
Ser músico en San Cristóbal nunca será sencillo.
Es enfrentarse a la falta de escenarios, a la escasez de recursos y a la sombra de la indiferencia. Pero también es descubrir que, con un tambor en las manos, se puede encender la esperanza de un barrio entero. Cardozo lo sabe: lo ha visto en la sonrisa de un joven que aprende su primer ritmo, en la comparsa que recorre las calles uniendo vecinos, en la orquesta que se convierte en familia.
Charly —como lo llaman— es más que un percusionista. Es un sembrador de sueños. Durante 30 años ha tejido procesos, levantado espacios y abierto caminos donde parecía no haberlos. Con cada golpe de tambor ha insistido en que la cultura no solo alegra, sino que transforma y da dignidad.
Hace quince años se unió a la Orquesta Zontabogo, una agrupación en la que la música es herencia y futuro, donde ya conviven dos generaciones y la tercera empieza a afinar sus instrumentos. Pero su espíritu va más allá del escenario. La apuesta más grande de Charly lleva el nombre de ARTESC4, un proyecto nacido desde la convicción de que la música del barrio merece un escenario propio, un lugar donde los sonidos que han crecido en las montañas de San Cristóbal puedan hacerse visibles y reconocidos. ARTESC4 busca tender puentes, abrir caminos y demostrar que los músicos que parecen invisibles para el mercado son, en realidad, la raíz viva que sostiene la cultura local.
El sueño que lo mueve es profundo: que San Cristóbal deje de ser señalada como periferia y se convierta en un epicentro cultural. Un territorio donde el talento local dialogue sin miedo con la ciudad y con el mundo, donde cada tambor, cada voz y cada canción reafirmen que el arte no tiene fronteras, sino horizontes que se expanden cuando la comunidad cree en su propio poder creativo.
A sus 54 años, Carlos ha hecho de su vida un puente entre generaciones. Tres de sus hijos siguieron el camino de la música —dos percusionistas y un cantante—, y su hija, desde la docencia, también eligió transformar. Es su legado: demostrarles que el arte no es un pasatiempo, sino raíz, sacrificio y esperanza. En cada ensayo, en cada gestión cultural, en cada conversación con otros artistas, se escucha la misma convicción: la música es un derecho, un camino y una forma de dignidad.
Su historia también se entrelaza con el programa Más Cultura Local, una apuesta del Distrito que ha fortalecido su labor como gestor y formador. Gracias a este programa, Carlos y muchos otros artistas de San Cristóbal han encontrado acompañamiento, formación y recursos para seguir haciendo del arte un motor de transformación social. En los procesos de Más Cultura Local, él ha visto cómo los barrios se llenan de vida, cómo los jóvenes descubren su voz a través del tambor y cómo la cultura se convierte en una herramienta para sanar, unir y construir comunidad.
Porque mientras Carlos Cardozo siga golpeando su tambor, los artistas de San Cristóbal no estarán solos. Tendrán siempre su ritmo marcando la marcha, recordándoles que el barrio también puede ser escenario, que la periferia también puede ser centro y que el arte, cuando nace de la calle y del corazón, es capaz de sostener el alma de toda una ciudad.
*Más Cultura Local es un programa de fomento que tiene como objetivo impulsar la transformación social y económica de los territorios a través de acciones, iniciativas y proyectos culturales, desarrollados mediante incentivos y estímulos. Este programa es posible gracias a una alianza estratégica entre la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte (SCRD), la Secretaría Distrital de Gobierno (SDG), el Instituto Distrital de las Artes (Idartes), la Fundación Gilberto Álzate Avendaño (FUGA) y los 20 Fondos de Desarrollo Local.