
Capítulo 9 del video podcast "Conversaciones desde Bogotá" con Alfons Martinell, Director Honorífico de la Cátedra UNESCO
La cultura no es un lujo ni un adorno: es una necesidad básica del ser humano. Esta idea, expuesta con pasión por Alfons Martinell en el videopodcast Cultura en Iberoamérica: conversaciones desde Bogotá, nos invita a replantear el papel de la cultura en la vida cotidiana de nuestras ciudades. Martinell, Director Honorífico de la Cátedra UNESCO sobre políticas culturales y cooperación y galardonado en 2023 con el Premio Internacional CGLEU, sostiene que la cultura es una necesidad fundamental del ser humano, un pilar tan esencial como el agua o la salud.
Alfons recuerda que, además de las necesidades físicas, los seres humanos requieren lenguajes y formas de expresión para desarrollarse plenamente. Esta visión va más allá de las definiciones académicas: la cultura, explica, surge del intercambio de lenguajes y formas culturales de cada una de las culturas del mundo a lo largo de la historia, y constituye un resultado directo de nuestra humanidad. La pandemia sirvió para comprobar este punto de manera dramática: la experiencia de confinamiento enseñó que, por muy avanzados que sean los medios digitales, aunque tengas todos los recursos del mundo, no es suficiente. Necesitas el roce, el contacto.
Cooperación cultural y formación de gestores
Una de las aportaciones más valiosas de Martinell ha sido su dedicación a la formación de gestores culturales desde 1986 y su convicción de que la gestión cultural es un acto de cooperación. Esta cooperación, según él, no solo se da dentro de un país sino entre ciudades y regiones. Además, su trabajo en el gobierno de España logró que la cooperación española incorporara una estrategia sectorial sobre cultura y desarrollo, un logro que considera ”su impacto más importante a nivel político”.
En 2023, el reconocimiento de CGLEU (Cités et Gouvernements Locaux Unis) resaltó su contribución a la cooperación entre gobiernos locales, incluida la colaboración con la Ciudad de México. “La cooperación en cultura tiene sentido porque no podemos satisfacer nuestras necesidades culturales solos”, afirma, subrayando la interdependencia global.
Ecosistemas culturales: diversidad y pluralidad
Para entender la cultura de una ciudad, Martinell propone una visión sistémica: hablar de ecosistema cultural. En este modelo, las diferentes expresiones —mayoritarias o minoritarias— conviven e interactúan como en un ecosistema natural, donde cada elemento tiene valor en relación con los demás. Sobre la homogeneidad cultural, advierte que el nacionalismo cultural ya no existe porque no hay ninguna realidad homogénea, y cita como ejemplo ciudades como Barcelona, donde coexisten más de 200 lenguas y 160 nacionalidades. Este mosaico cultural es el espacio central para los derechos culturales, pues en él cada persona accede y participa en la vida cultural ciudadana.
La crisis sanitaria también dejó valiosas enseñanzas: el aumento reciente de asistencia a teatros, festivales y ventas de libros demuestra el anhelo del público por el encuentro presencial. Martinell recuerda cómo, durante el confinamiento, surgieron iniciativas musicales desde los balcones o encuentros virtuales, pero concluye que descubrimos que la cultura en vivo es imprescindible. Esa experiencia impulsó a varios gobiernos, como el español, a declarar la cultura como bien público esencial, al nivel del agua o la sanidad.
Las ciudades como epicentro de la cooperación cultural
Las ciudades son el lugar de ejercer la ciudadanía en proximidad: donde satisfacemos nuestras necesidades culturales, explica Martinell. En ese ámbito, el gobierno local tiene un doble reto: ofrecer bienes y servicios culturales que respondan a la población y, al mismo tiempo, convertirse en plataforma para que los ciudadanos exploren otras realidades. Para ello, propone equilibrar el retener talento en la ciudad y proyectar el talento al exterior, atrayendo también talento del exterior, fomentando tanto la cooperación interna como la internacional.
El concepto de coproducción cultural es clave: “no nos interesa que una ciudad tenga mucha producción musical si no se relaciona con otros lugares”, afirma, pues de la cooperación surge el progreso colectivo. En este sentido, el invitado destaca iniciativas como las residencias artísticas, que promueven la movilidad creativa y dejan “restos de creatividad” en las calles de acogida.
Hacia un objetivo cultural en la agenda global
Uno de los grandes anhelos de Martinell es ver incluida la cultura como eje en la próxima cumbre del futuro de Naciones Unidas. Aunque no logró incorporar un objetivo cultural en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) ni en la primera versión de los ODS en 2015, no se rinde en su empeño: “no hay desarrollo sostenible sin cultura”, repite. Propone que UNESCO, en eventos como Monviacul (septiembre de 2025, Barcelona), demande a la ONU asumir esa responsabilidad y marque una hoja de ruta a la que las ciudades puedan acogerse.
Sostenibilidad cultural y legado a las nuevas generaciones
La sostenibilidad cultural, explica, trasciende el reciclaje o la huella de carbono: “es cómo actuamos hoy satisfaciendo nuestras necesidades culturales sin perjudicar la satisfacción de las nuevas generaciones”. Para ello, las políticas locales deben ir más allá de preguntar a los jóvenes: “hay que dejarles un buen legado”, diseñando proyectos a largo plazo que garanticen la continuidad y la participación de las próximas cohortes. Este enfoque solidario demanda visión política y generosidad intergeneracional.
Al preguntar “¿para quién es la cultura?”, Martinell enfatiza que toda persona participa en prácticas culturales, aunque no haya sido alfabetizada o “no participe” según criterios convencionales. La gran prueba es identificar a quienes quedan al margen de la oferta cultural institucional y mirar al margen para diseñar políticas sensibles que recuperen esas expresiones emergentes. Estas prácticas periféricas, nacidas de historias concretas, tienen suficiente entidad para considerarlas, y requieren un acompañamiento que implica procesos de incorporación de varias generaciones.
La cultura como defensa de la democracia
El invitado advierte sobre el debilitamiento de la cooperación cultural multilateral y de nuestras democracias, fenómeno que él mismo vivió bajo la dictadura en España. Explica cómo los autoritarismos del siglo XX “amputaban la cultura para lograr hegemonía política”, y celebra que, durante la Transición, la cultura jugó un papel determinante para consolidar la democracia. Hoy, sostiene, “la cultura es un espacio de pluralidad, de convivencia y de democracia”, y debe protegerse del uso político que busca enfrentar identidades o deslegitimar adversarios.
Para cerrar, Jorge le pide a Martinell que comparta la pregunta que lo acompaña hoy. Él responde con una invitación a la honestidad: la pregunta es ser consciente de los problemas que nos ha tocado vivir en un momento determinado y reforzar las partes positivas. En un mundo de redes sociales y catastrofismo, concluye, siempre se puede avanzar, luchar y defender que la cultura es un espacio de pluralidad, en el día a día de nuestras ciudades.
Con estas reflexiones, el videopódcast Cultura en Iberoamérica nos recuerda que la cultura no es opcional: es el tejido que sostiene la convivencia urbana y el desarrollo sostenible. Ciudadanos y gobiernos locales están llamados a reforzarla, protegerla de amenazas autoritarias y asegurar que nadie quede fuera del ecosistema cultural que hace de nuestras ciudades-hogares vibrantes y plurales.