Entrevistas

Capítulo 10 del video podcast "Conversaciones desde Bogotá" con la gestora peruana Gloria María Lescano Méndez

En el más reciente capítulo del videopódcast ‘Cultura en Iberoamérica: conversaciones desde Bogotá’, de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, la gestora peruana Gloria María Lescano Méndez, en conversación con Jorge Melguizo, recordó que la gestión cultural en Iberoamérica es una herramienta estratégica para salvar las sociedades o, si se carece de visión y cohesión, para hundirlas en la desidia y la desigualdad. La gestión cultural en Iberoamérica se vuelve entonces en un llamado a replantear cómo se diseñan, implementan y sostienen políticas que reconozcan el valor intrínseco de la diversidad cultural y natural.

La cultura como fuerza de cambio

“Creo que para salvarnos o para hundirnos”, afirmó Lescano al iniciar la conversación, subrayando que la cultura refleja la luz y la oscuridad de nuestras sociedades. Para ella, la cultura es un refugio y un espacio de catarsis donde se manifiesta nuestra espiritualidad e identidad: la cultura tiene fuerza, capacidad de resistencia y de despliegue ante las situaciones más adversas y complejas, la misma resistencia que permite conservar la esperanza incluso en crisis políticas y sociales profundas.

Frente a la aparente “guerra cultural” global, la experta señala que es precisamente en las tensiones donde nace la oportunidad de repensar nuestras prácticas: “abrazar ese riesgo y esa dificultad como una forma de avanzar” y como una invitación a gestores, artistas y ciudadanos para que no teman a la espontaneidad y a la sorpresa que surgen del cruce entre creatividad y gestión.

Articulación y trabajo en red

Uno de los pilares del episodio fue el énfasis en la articulación colectiva. Gloria Lescano contó cómo sus 10 años en la Plataforma de Cultura Viva Comunitaria de Lima y su red de artistas en Pueblo Libre le enseñaron que, más allá de empleos formales y salarios, son los procesos de militancia cultural los que “alimentan la mirada, las reflexiones sobre el mundo del arte, la cultura y las políticas”. Este trabajo en red genera espacios de diálogo, fortalece lazos comunitarios y reivindica la cultura como motor de cambio social.

Para Lescano, la verdadera innovación disruptiva no está en grandes instituciones, sino en las redes locales que emergen de la militancia cultural. Allí, añade, se recupera la esperanza y se impulsa la incidencia para que la participación ciudadana en cultura deje de ser un eslogan y se traduzca en políticas y acciones concretas.

Gobernanza cultural local y diseño de políticas

Con experiencia en UNESCO, Ministerio de Educación y la Municipalidad Metropolitana de Lima, Lescano destacó que muchas veces las políticas culturales se diseñan sin diálogo entre la dimensión artística y la dimensión de gestión. El reto, explica, es conjugar ambos mundos, reconociendo que en el proceso de planificación y de evaluación hay mucha información que puede aportar al proceso creativo.

En este sentido, la gobernanza no puede consistir solo en instrumentos rígidos, sino en plataformas flexibles que permitan evaluar impactos cualitativos y cuantitativos. Al referirse a las limitaciones que enfrentan las políticas públicas, Lescano advirtió sobre las estrategias de manipulación y coacción que los poderes fácticos ejercen para limitar la libertad de expresión artística diciendo que “los políticos entienden perfectamente la importancia de la cultura, y por eso muchas veces hay poca inversión o se recortan leyes y programas para restringirla”.

Participación ciudadana: artefactos de transformación

Lescano concibe los artefactos de participación como herramientas y espacios que permiten a las y los ciudadanos co-crear proyectos culturales, con la convicción de que  en la cadena de valor cultural (crear, producir, distribuir y abrir el acceso) es crucial incluir a las poblaciones históricamente vulneradas, preguntándose para quién es la cultura y a quiénes estamos dejando por fuera de los proyectos culturales, planteando la necesidad de políticas que contemplen a mujeres, población LGTBIQ+, comunidades indígenas, afrodescendientes, personas con discapacidad y migrantes.

Un ejemplo es que, antes de montar un festival, se convoque a la comunidad a definir contenidos, temas y formatos, de modo que el proyecto nazca de la experiencia y necesidad real de los vecinos. Este enfoque democratiza la creación cultural y fortalece el tejido social, pues convierte la programación en resultado de un diálogo auténtico con la ciudadanía.

Formación en gestión cultural: un reto de aprendizaje

La formación en gestión cultural también ocupa un lugar destacado. Lescano reflexiona sobre la tensión permanente entre procesos creativos y lógicos de tramitología, y defiende que los gestores culturales se dejen “permear por la creatividad, por aquello que no se puede planificar, por aquello que no se puede medir únicamente cuantitativamente”. Se trata de incorporar en la formación habilidades para la improvisación, la gestión de conflictos y la evaluación cualitativa, sin descuidar la rendición de cuentas y la coherencia con planes de largo plazo.

Su propia trayectoria combina roles técnicos y artísticos: “Diseñar, implementar, evaluar y sistematizar políticas, planes, programas y proyectos culturales” es el resumen de una carrera que reúne saberes académicos, experiencia en organismos internacionales y la sensibilidad de una actriz de teatro físico. Esa doble perspectiva inspira la necesidad de programas formativos que crucen la teoría con la práctica, el análisis de datos con el trabajo en terreno, y la gestión con la creación.

Mirando al futuro: desafíos para Iberoamérica

Al pensar en los próximos diez años, Lescano identificó tres grandes desafíos para la cultura en Latinoamérica: cuestionar los sistemas patriarcales, coloniales y capitalistas que perpetúan desigualdades; defender la libertad artística frente a censuras y recortes presupuestales; y garantizar condiciones dignas de trabajo para los creadores, con acceso a seguridad social y salarios justos. En su diagnóstico figura la urgencia de fortalecer la democracia desde la cultura, porque la diversidad cultural implica espacios de desencuentro y diálogo que son el corazón del sistema democrático.

Recordó la reciente muerte de José “Pepe” Mujica y su frase: “La democracia es el mejor sistema que hemos creado y es una porquería”, y resaltó que, pese a sus falencias, la democracia descansa en principios como la valoración de la diferencia, el ejercicio de derechos culturales y la apertura a la participación. Para ella, hacer políticas culturales basadas en estos principios significa habilitar foros de debate en ferias, festivales y escuelas, donde artistas, gestores y ciudadanos dialoguen con organizaciones sociales y autoridades locales sobre las decisiones que les afectan.

Finalmente, Gloria María Lescano compartió la pregunta que hoy la acompaña: ¿Realmente haciendo políticas públicas en cultura sumamos o restamos?, un cuestionamiento al que invita a dar respuestas basadas en evidencias de largo plazo y a sistematizar aprendizajes. Ese impulso reflexivo, concluye, es clave para que la gestión cultural en Iberoamérica deje de ser un mero enunciado formal y se convierta en un motor real de transformación social.

Escucha y mira el videopódcast completo acá:



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