
Tres mujeres que transforman la cultura y el deporte en Bogotá
Bogotá es una ciudad llena de arte y deporte, pero históricamente también ha sido un espacio hostil para muchas mujeres artistas y deportistas, quienes han tenido que desafiar las estructuras patriarcales y la cultura machista para llevar a cabo sus disciplinas. Spektra de la Rima (rapera), Erika Ortega Cortéz (actriz y directora de circo y teatro) y Luz Marina Ramírez (pionera del ciclismo femenino y documentalista) han desafiado las barreras de género en sus respectivos campos y han transformado la escena cultural de Bogotá enfrentando retos inmensos.
Con motivo del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, resaltamos sus experiencias, luchas y logros, centrándonos en la resistencia, la creatividad y el impacto de su trabajo en la ciudad y en cómo han abonado el camino para otras mujeres. A través de sus testimonios mostramos cómo han construido espacios de representación y han aportado nuevas narrativas para el hip hop, el cine documental, el ciclismo y las artes escénicas.
Luz Marina Ramírez: pedaleando contra el machismo
Luz Marina Ramírez Faustino es un nombre que resuena en la historia del ciclismo colombiano. Nació en Bogotá en 1955 y, a pesar de los obstáculos que la vida le fue poniendo en el camino, se convirtió en una de las primeras mujeres en recorrer las carreteras en un deporte dominado por los hombres. Su historia es la de una mujer que pasó de pedalear por las calles bogotanas mientras entregaba pan, a integrar el primer equipo femenino que compitió en la Vuelta a Colombia de 1984.
Cuando su padre abandonó a su familia, ella tuvo que asumir la mensajería de la panadería familiar en bicicleta. “De niña ya me gustaba montar bicicleta, pero cuando empecé a hacer los domicilios descubrí que tenía talento para esto”. Con el tiempo, fue la única mujer en un grupo de repartidores con los que también empezó a entrenar ciclismo en carretera.
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A finales de los años 70, Luz Marina empezó a medirse contra ciclistas masculinos, sin imaginar que pronto estaría haciendo historia. “Corría con los hombres y les ganaba, y ahí me di cuenta de que esto era lo mío”, afirma con orgullo. Su incursión en el ciclismo competitivo no fue fácil, pues en esa época el deporte en Colombia apenas comenzaba a reconocer a las mujeres en disciplinas deportivas. “Al principio, cuando yo montaba en bicicleta me decían que era el marimacho de la cuadra”, recuerda. Sin embargo, su talento habló por sí solo y se fue ganando un espacio, venciendo a sus compañeros hombres y demostrando que las mujeres también podían competir.
Foto: Archivo personal de Luz Marina Ramírez
A pesar de los esfuerzos y de estar cerca de correr la versión femenina del Tour de Francia, el ciclismo para las mujeres aún era un deporte sin grandes incentivos económicos. “En esa época no había plata. Hoy las empresas y los patrocinadores pagan, pero en mi tiempo sólo nos quedaban las medallas, los trofeos y muchos raspones”, cuenta.
Cuando se retiró del ciclismo en 1988, Luz Marina encontró otro camino para seguir transformando su entorno. Se fue a vivir a Ciudad Bolívar, a su casa propia, donde su vida giró hacia la gestión cultural y el cine comunitario. Allí, con la misma pasión con la que había pedaleado, comenzó a documentar la transformación de su barrio y a rescatar historias que parecían destinadas al olvido.
Con los años, su interés por contar historias la llevó al cine y la literatura. “Siempre he sido autodidacta. Me puse a escribir crónica sin saber mucho de ortografía, pero mis relatos gustaban porque tenían verdad”. Desde pequeña había sentido fascinación por la fotografía gracias a una cámara que su padre le regaló cuando era niña. Más tarde, una cámara de video en formato VHS despertó en ella la curiosidad por registrar su entorno. “Filmaba sin un objetivo claro, pero con la ilusión de capturar cómo cambiaba todo con el tiempo”, cuenta. Así, casi sin darse cuenta, se convirtió en la cronista de su comunidad, incluso con su lente logró capturar gran parte del proceso de cocreación comunitaria que se realizó en 2024 en el barrio Mirador del Paraíso, en Ciudad Bolívar, como parte de la estrategia Barrios Vivos de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte.
A las niñas y mujeres jóvenes que sueñan con el ciclismo, la literatura o el cine, les deja un consejo: “Tengan confianza en sí mismas. Lean, escriban, filmen. No importa si no tienen estudios: si hay pasión, se puede lograr”. Hoy sigue siendo una mujer curiosa e inquieta, que viaja por el país dando charlas, presentando sus documentales y enseñando a nuevas generaciones a contar historias. “Dejé huella y eso me hace feliz”.
Erika Ortega Cortéz: un camino a pulso en el teatro y el circo
La historia de Erika Ortega Cortéz es la de una mujer que encontró en las artes escénicas su propósito de vida y que, con no poca tenacidad, ha desafiado las estructuras patriarcales de su campo. Actriz egresada de la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB), Ortega ha dedicado más de dos décadas a la dramaturgia, la dirección y la gestión cultural en el teatro y el circo, abriendo caminos para otras mujeres en el universo misterioso y fascinante de las artes vivas y circenses.
Desde que fundó La Ventana Producciones en 2007, su compañía se ha vuelto un referente en la creación de espectáculos interdisciplinares, donde el circo y el teatro se funden en busca de un lenguaje propio. Con más de 15 espectáculos de gran, mediano y pequeño formato en su haber, Erika ha demostrado que la escena no solo es un espacio de entretenimiento, sino también una plataforma para el pensamiento crítico y la transformación social. El año pasado dirigió la obra de gran formato "El Secreto de Ana Nieves", que hizo parte de la programación de la Navidad en Bogotá, liderada por la Alcaldía Mayor a través de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, convirtiéndose en la primera mujer en estar al frente de un espectáculo navideño de grandes dimensiones.
Erika encontró su vocación desde muy joven. Nacida en Bucaramanga, el teatro siempre la acompañó, aunque no pensaba que podría ser una profesión. “Me mandaron a Bogotá de castigo”, cuenta entre risas, “pero apenas entré a la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB) quedé completamente hipnotizada”. Contra todo pronóstico, presentó los exámenes de admisión a escondidas y cuando fue aceptada, le informó a su familia que se quedaría en la capital para dedicarse al teatro. Su contacto con el circo llegó después, cuando trabajó durante cinco años como payasa hospitalaria en la Fundación Doctora Clown, donde profundizó en el mundo del clown y la comedia física.
Foto: Archivo personal de Érika Ortega
Cuando Erika comenzó en las artes escénicas hace más de 25 años, la presencia femenina en roles de liderazgo era mínima. “Las mujeres que venimos del teatro, la danza y el circo somos aguerridas, luchadoras y obstinadas por perseguir lo que queremos y soñamos”, afirma con convicción. “Cuando ingresé a este mundo (...) nos veían desde la belleza, desde el cuerpo, con una mirada muy estereotipada”.
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Érika cuenta que las mujeres que se dedican al teatro enfrentan muchos retos, especialmente en espacios como la tramoya, la iluminación y la producción técnica, donde los prejuicios sobre la fuerza y las capacidades de las mujeres siguen vigentes. “Todavía hay que romper mitos sobre que la mujer no entiende de circuitos eléctricos o que no tiene la fuerza para ciertas tareas. Eso es falso”, afirma con determinación.
A esto se suma el desafío de transformar la manera en que se lideran las producciones. “Antes se creía que un buen director era el que gritaba y generaba miedo. Nosotras estamos demostrando que la inteligencia emocional y la preocupación por el bienestar del equipo también son formas válidas de liderazgo”, afirma. Con esta visión, ha logrado dirigir espectáculos de gran formato y continúa su camino como creadora y gestora cultural.
En tiempos de tecnología y virtualidad, la directora enfatiza en la importancia de preservar las artes vivas: “Es lo que nos asegura seguir siendo humanos, sensibles, imaginativos. Hay que recorrer el camino con paciencia y persistencia, sin miedo a abrir puertas”, cuenta.
A las jóvenes que sueñan con dedicarse al teatro y al circo les deja un mensaje: “Defiendan a capa y espada su impulso creador. Levantarse todos los días a hacer lo que uno ama es una gran fortuna”.
Spektra de la Rima: rimas de resistencia
El hip hop es un universo profundo hecho de historias, ritmos y luchas. En medio de esta cultura, tradicionalmente dominada por hombres, se alza con fuerza la voz de Spektra de la Rima, una artista bogotana que ha abierto camino para nuevas generaciones de mujeres dentro del rap.
Desde temprana edad, Spektra sintió una conexión especial con la escritura. “La primera vez que escribí una letra estaba en quinto de primaria y fue sobre el Mundial de fútbol”, recuerda. Aunque en ese momento no tenía plena conciencia de lo que hacía, con el tiempo descubrió su pasión por el rap cuando una compañera de colegio le mostró canciones del género. “Me sorprendieron sus letras, nunca había escuchado ese género, en la radio sonaba vallenato, salsa, merengue…”, comenta. “Entonces me identifiqué con la libertad de esta cultura desde el grafiti, la moda y el rap”.
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La necesidad de expresarse a través del rap la llevó a escribir sus propias letras con contenido social, relatando lo que veía y vivía en su entorno. Su primera presentación fue en una izada de bandera en noveno grado, y desde ese momento quedó marcada como "la rapera" del colegio. Así comenzó un camino de aprendizaje y evolución dentro de la cultura hip hop.
Abrirse camino en un medio dominado por hombres no fue fácil. “Cuando empecé no fui bienvenida. De hecho, en el colegio me retaron a un freestyle en el descanso para demostrar por qué era rapera”. Cuenta que tuvo que lidiar con acosos y desplantes por parte de hombres que pertenecían a la escena. Con el tiempo, su independencia artística le permitió construir su propio nombre sin depender de un grupo o un hombre a su lado. “Tuve que demostrarlo todo, pero hacerlo sola me dió un lugar propio”. Esto le otorgó respeto dentro de la escena y un lugar en lo que ella llama la "jerarquía imaginaria" del hip hop. Sin embargo, reconoce que muchas mujeres abandonan el camino debido a las dificultades y el ambiente hostil. “Lidiar con los machismos que tienen las personas es difícil”, asegura.
Spektra también ha apoyado la participación de mujeres en otras esferas del hip hop, desde la música y el graffiti hasta la gestión cultural. “Las mujeres hemos aportado profesionalismo, compromiso y una nueva visión que ha fortalecido la cultura hip hop”, afirma. A lo largo de los años ha sido testigo del crecimiento del hip hop femenino en Colombia, gracias al esfuerzo de muchas mujeres que han dejado huella en la escena. Desde Melisa de Gotas de Rap, hasta raperas como Hanna Hasen, La Farmakos, Paloma, Lianna, Lucía Vargas, Feback, Karen Tovar, Zaru, DJ Ávil, DJ Lolita, Bgirl Luma, Bgirl Risk, Bgirl Keyra, Bgirl Dylor, Lela (una joven rapera de 14 años) y Hera (graffitera). Además de artistas, también destaca a gestoras como Darly Calderón, manager de Ali A.K.A Mind, Chelly, creadora de joyas para artistas, y Gula, quien diseña ropa con el auténtico street style. “Sin el aporte de todas ellas, el hip hop colombiano no sería lo que es hoy”, concluye.
Foto: Archivo personal de Spektra de la Rima
Bogotá es un epicentro del hip hop en Colombia y Latinoamérica y, según Spektra, tiene un sello particular en todas sus expresiones artísticas. “Bogotá es la capital del rap”, afirma con convicción. Para ella, la capital guarda su identidad en las paredes llenas de graffitis con un estilo único, en los bailarines de breakdance en la Carrera Séptima, en los raperos en los buses y las calles y en los eventos masivos que se realizan constantemente.
Para Spektra, la esencia del hip hop bogotano radica en su crudeza y autenticidad, pero también en el amor y la sencillez de sus habitantes. “Los sonidos y las vivencias son las que narramos a diario”, señala.
Con una trayectoria consolidada y una importante presencia en la escena del freestyle como jueza de batallas de Red Bull y la KO Liga Profesional, Spektra sigue expandiendo su impacto más allá de la música. Desde hace varios años comparte su conocimiento con diferentes públicos mediante encuentros de experiencias y escritura. Hoy, Spektra de la Rima no solo es una de las voces más importantes del hip hop colombiano sino que también es un símbolo de resistencia, autenticidad y empoderamiento femenino dentro de esta cultura.
A las jóvenes que sueñan con la música les recomienda: “Que lo hagan sin dudar. Que trabajen en su proceso artístico de manera profesional y que nunca dejen de nutrirse y aprender”.
Mujeres que abren camino
Las historias de Érika, Luz Marina y Spektra de la Rima son testimonio de que la persistencia, el talento y la rebeldía del arte hecho por mujeres pueden transformar realidades. En una ciudad como Bogotá, donde la cultura y el deporte muchas veces han sido espacios hostiles para las mujeres, ellas han demostrado que es posible abrir caminos y propiciar nuevas miradas. Aún queda mucho por hacer, pero su legado es una inspiración para las nuevas generaciones de mujeres que siguen luchando por un lugar en la escena cultural y deportiva del país.