Carro mal parqueado
Foto: SCRD

Hablemos sobre mal parqueo para hacer un cambio cotidiano

Por: Nicolás Montero Domínguez

La dinámica de una ciudad es un entramado de millones de hilos. Cada vida, cada ciudadano y ciudadana, suma desde su experiencia y sus expectativas, desde su capacidad de crear y de cuidar, desde sus esperanzas y sus miedos. Así, salir a la calle no es un gesto solitario y por entero individual: salir es entrar en las dinámicas del encuentro, habitar el espacio público es reconocernos como parte de esa coreografía gigantesca donde el movimiento de cada uno y cada influye en el de los demás.

Y no hablo de grandes decisiones, no hablo de gestos elocuentes. Hablo de las pequeñas cosas, de las formas cotidianas, de los instantes que sumados forman el tiempo ciudadano. Hemos sumado una nueva acción a la conversación sobre movilidad en Bogotá. Desde la subsecretaría de Cultura Ciudadana y Gestión del Conocimiento, en alianza con la Secretaría de Movilidad, quisimos hablar sobre el mal parqueo en las calles de nuestra ciudad, poniendo el foco no en la infracción como tal, ni en quienes infringen la norma, sino en quienes se ven afectados y afectadas por ese comportamiento que a simple vista puede parecer leve.

Porque si no lo pensamos mucho, resulta que dejar el carro ahí, dos minutos, a lo mejor no afecta a nadie, o a lo mejor no es tan grave y ese alguien puede esperar. Pero si se piensa bien (y en la vida en común, pensar bien es en muchas ocasiones pensar en lo colectivo, pensar en los demás) resulta que esos dos, 10, 15 minutos son una tara, un bloqueo que estamos atravesando en la vida ciudadana, en la posibilidad de que alguien pueda regresar a casa para disfrutar más tiempo en familia, en la ilusión de niños y niñas que esperan el final de la jornada para darle la bienvenida a casa a papá y mamá.

Ser conscientes de esto, escuchar los mensajes de otros ciudadanos y ciudadanas que describen lo que un carro mal parqueado significa, hacernos responsables de nuestro aporte a la movilidad y, sobre todo, pensar en colectivo y tenerlo presente en nuestras decisiones: con esos gestos, cotidianos, sencillos, podemos generar transformaciones que duren en el tiempo, y que mejoren la vida de todos y todas en la Bogotá que estamos construyendo.

Que esta conversación no nos deje indiferentes. Y recordemos que ejercer la ciudadanía empieza con el gesto de reconocer que no estamos solos, que habitamos la ciudad junto a millones de vidas que tocan la nuestra, y a las que tocamos cada día, incluso sin darnos cuenta.

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