Día internacional de los pueblos indígenas: 9 de agosto
Cada 9 de agosto se celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, una fecha proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1994 con el objetivo de honrar y proteger la riqueza cultural, lingüística y social de los pueblos indígenas en todo el mundo. Esta conmemoración es también un recordatorio de los desafíos que enfrentan estas comunidades, especialmente en contextos urbanos como Bogotá.
Actualmente existen 115 pueblos indígenas en Colombia, 65 de los cuales aún conservan sus idiomas propios.
Origen del Día Internacional de los Pueblos Indígenas
La celebración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas tiene su origen en la primera reunión del Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas sobre Poblaciones Indígenas, que tuvo lugar el 9 de agosto de 1982. Este evento marcó un hito en la lucha por los derechos de los pueblos indígenas, reconociendo la necesidad de promover y proteger sus derechos fundamentales, así como de preservar sus formas de vida tradicionales frente a la creciente globalización y urbanización.
La Asamblea General de las Naciones Unidas, consciente de la vulnerabilidad de estos grupos y de los desafíos que enfrentan, decidió en su resolución 49/214 de 1994 que esta fecha sería dedicada a crear conciencia sobre la situación de los pueblos indígenas en todo el mundo.
Los Pueblos Indígenas en Bogotá
Los primeros habitantes de la región que hoy es Bogotá fueron los muiscas, un grupo indígena que pertenecía a la familia lingüística Chibcha. Cuando los españoles llegaron, se calcula que la población Muisca ascendía a cerca de medio millón. Estos pueblos se asentaron en Bogotá, abarcando también zonas del actual departamento de Boyacá y una parte de Santander.
Los muiscas se organizaban en dos grandes confederaciones, cada una bajo el liderazgo de un gobernante. La confederación suroccidental, que abarcaba lo que hoy conocemos como Bogotá, estaba gobernada por el Zipa y tenía como centro a Bacatá, la actual Bogotá. Por otro lado, la confederación nororiental estaba dirigida por el Zaque, con sede en Hunza, que corresponde a Tunja. A diferencia de otros pueblos indígenas como los Tairona, los Muiscas no construyeron grandes ciudades, sino que vivían en pequeñas aldeas y poblados. Su economía se centraba en la agricultura, cultivando maíz, papa y frijoles. También se dedicaban a la minería, en particular a la extracción de sal y esmeraldas, que comerciaban con otros pueblos.
Más adelante, a lo largo del siglo XX, Bogotá se convirtió en un punto de convergencia para diversas comunidades indígenas provenientes de distintas regiones del país. De acuerdo con el Ministerio de Salud, aunque la mayoría de los pueblos habita en regiones como La Guajira, Cauca, Nariño y Córdoba, un número significativo ha migrado a Bogotá en busca de mejores oportunidades, a menudo huyendo de la violencia y la pérdida de sus tierras.
Actualmente hay 14 Cabildos a los que pertenecen 76.968 indígenas que habitan Bogotá. Existen cinco cabildos indígenas (Muisca de Suba, Muisca de Bosa, Ambiká de la étnica Pijao, Inga y Kichwa) y nueve pueblos indígenas organizados como Cabildos en busca de su reconocimiento legal (Uitoto, Misak Misak, Yanacona, Nasa y Pastos, Tubu, Eperara, Camentsa y Wounaan).
La llegada de estas comunidades a Bogotá ha generado una serie de desafíos tanto para ellos como para la ciudad. El desarraigo y la adaptación a un entorno urbano que a menudo difiere drásticamente de sus territorios tradicionales ha implicado un proceso de relocalización y reconfiguración cultural. A pesar de esto, los pueblos indígenas han logrado mantener vivas sus tradiciones y han contribuido significativamente al tejido cultural de Bogotá.
Aportes culturales de los Pueblos Indígenas a la capital
Los aportes de las comunidades indígenas a la cultura bogotana son múltiples. En el ámbito gastronómico, han introducido una variedad de productos y platos tradicionales que ahora forman parte del repertorio culinario de la ciudad. Además, su arte, música y danzas tradicionales se han integrado en la vida cultural de Bogotá, ofreciendo una ventana a las ricas y variadas tradiciones que existen en todo el país.
Lea también: Inti Raymi 2024: historia y significado de la Fiesta del Sol en Bogotá
Un ejemplo es la celebración de eventos culturales y festivales que destacan la herencia indígena. Estos eventos solo preservan las tradiciones de estas comunidades fomentando un diálogo intercultural en el que todos y todas pueden participar y aprender más sobre estas culturas. Además, el conocimiento ancestral en medicina tradicional y en prácticas sostenibles de manejo de recursos naturales ha influido positivamente en la sociedad urbana, promoviendo una mayor conciencia sobre la necesidad de respetar y cuidar el medio ambiente.
Retos de la urbanización
A pesar de sus valiosos aportes, las comunidades indígenas en Bogotá enfrentan retos significativos en su proceso de adaptación al entorno urbano. De acuerdo con las investigadoras Rosa Suárez, Doris de la Hoz y Yuly Yepez en su artículo “Tejiendo alteridades indígenas en Bogotá", el desplazamiento forzado ha sido uno de los principales factores que han impulsado la migración de estas comunidades hacia la ciudad. Este desplazamiento no solo ha afectado su relación con el territorio, sino que también ha planteado desafíos en términos de preservación de sus prácticas culturales y formas de organización social.
Este estudio también destaca cómo la urbanización ha reconfigurado la vida de estas comunidades, enfrentándolas a una lógica de vida urbana que contrasta con sus valores colectivos tradicionales. A diferencia de lo rural, donde las relaciones son más fraternales y cercanas, la vida urbana implica un estilo de vida marcado por relaciones más superficiales e impersonales. Sin embargo, dentro de esta dinámica, las comunidades indígenas han encontrado formas de resistir y adaptarse, manteniendo su identidad cultural y reivindicando su derecho a ser diferentes.
Según la Comisión de la Verdad, el papel de los indígenas en la construcción de la paz en Colombia ha sido crucial, subrayando su participación en los diálogos de La Habana que llevaron al Capítulo Étnico del Acuerdo de Paz.
Derechos de los y las indígenas y la Constitución de 1991
Con la Constitución Política de 1991 los pueblos indígenas lograron el reconocimiento de su diversidad étnica y cultural, el derecho a la propiedad colectiva de sus tierras, la autonomía en la administración de justicia, y la participación política, entre otros derechos. Sin embargo, a pesar de estos avances legales, la violencia y el despojo continúan afectando a las comunidades indígenas.
Para Jorge Antonio Ortiz en su artículo "La identidad cultural de los pueblos indígenas en el marco de la protección de los derechos humanos y los procesos de democratización en Colombia" de 2013, la Constitución, que incorpora el concepto de pluralismo jurídico, reconoció la existencia de diversos órdenes jurídicos dentro del Estado colombiano, abriendo la puerta a una mayor protección de la identidad y los derechos de las comunidades indígenas. El reconocimiento del derecho a la distintividad implica que las comunidades indígenas tienen la libertad de ser reconocidas y respetadas como diferentes, manteniendo su lengua, creencias y formas de vida propias.
Este cambio constitucional también ha llevado a una mayor participación de los pueblos indígenas en la vida política y social del país, permitiéndoles influir en la formulación de políticas públicas que los afectan directamente .
Un llamado a la acción
El Día Internacional de los Pueblos Indígenas es una oportunidad para reflexionar sobre los desafíos que enfrentan estas comunidades y para celebrar sus valiosos aportes a la cultura de Bogotá. Es también un llamado a reconocer y respetar sus particularidades y a asegurar que sus voces sean escuchadas y valoradas en todos los espacios de la sociedad.
En Bogotá, la herencia de los pueblos indígenas es una parte integral de la identidad de la ciudad. A través del respeto y la inclusión construimos una sociedad más justa y equitativa, donde la diversidad cultural sea vista como una fortaleza y no como una barrera. Es esencial que las políticas públicas continúen avanzando en la protección de los derechos de estas comunidades, y que la sociedad en su conjunto se comprometa a valorar y preservar su rica herencia cultural.