Mujeres embera
Foto: SCRD

Mujeres embera y su colorido y ancestral aporte a la cultura bogotana

El 9 de agosto se celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, que para este 2023 tiene la consigna: “Juventud Indígena, agente de cambio hacia la autodeterminación”, mensaje destacado por Naciones Unidas.

Para reivindicar la posición que hoy ocupan los y las jóvenes indígenas en la toma de decisiones, sus esfuerzos en la acción climática, la búsqueda de justicia para sus pueblos y la creación de una conexión intergeneracional que mantenga vivas su cultura, sus tradiciones y sus contribuciones, queremos resaltar los aportes que el pueblo embera hace a la ciudad de Bogotá.

En la ciudad hay gran representación de tres familias embera: el pueblo dobida, el katio y el chamí. Muchos de sus integrantes vienen del Chocó, de Risaralda o del Urabá Antioqueño.

Cada uno de estos pueblos tiene su propio lenguaje, costumbres y maneras de vestir. Por ejemplo, aunque en las tres comunidades la vestimenta de las mujeres es muy colorida, los pueblos se distinguen porque las mujeres dóbida usan una colorida falda, a la que llaman paruma y es más ajustada al cuerpo; las katío usan vestido de manga corta y las chamí usan vestido de mangas largas.

Así mismo, usan pinturas corporales que tienen diseños diferentes en cada comunidad, que hacen con semillas de jagua. Los trazos que pintan en sus rostros y cuerpos tienen diferentes significados.

La historia de por qué estas comunidades indígenas, como muchas otras, se encuentran en Bogotá, está relacionada en su mayoría con la violencia en sus territorios, que las ha obligado a desplazarse. Muchos indígenas de la comunidad embera se encuentran en Bogotá desde hace muchos años y viven en centros de acogida como el de la UPI La Florida o el la localidad de Santa Fe.

Por ejemplo, Yaneth Velásquez, una lideresa de la comunidad embera dóbida, lleva viviendo en Bogotá cuatro años. Desde entonces no ha podido volver a su territorio y cree que nunca lo podrá hacer.

“No me gustaría quedarme aquí, pero lo haré por mi seguridad y la de mis hijos. Bogotá es una capital muy linda de Colombia, a la cual le agradezco mucho por las cosas que me ha dado. Hay muchas buenas personas, pero también hay personas que nos discriminan, aunque no saben la profundidad de las historias de las poblaciones indígenas, ni por qué estamos aquí, por qué hemos pasado o cuáles seres queridos hemos perdido. Queremos que nos apoyen con nuestras artesanías, que es de lo más importante para una mujer indígena embera. Hay muchos talentos en nuestras comunidades”, cuenta Velásquez.

Yaneth Velásquez, mujer embera dodiba.

Para muchos indígenas es muy difícil adaptarse a la cultura de Bogotá, principalmente porque no a todos se les facilita hablar español y, por otro lado, porque para estas comunidades son muy importantes sus raíces y su territorio.

“Me hacen falta muchas cosas, como el agua, la yuca, el plátano y comer pescado. La familia y la naturaleza”, cuenta Yaneth.

A pesar de ello, sus culturas cada vez se hacen más evidentes en la ciudad, que está compuesta por tantas personas provenientes de distintos territorios, lo que la hace rica y cosmopolita.

Por ejemplo, María Luciriana, embera chamí proveniente de Risaralda, llegó a la ciudad cuando tenía siete años, y hasta ahora, a sus más de 20 años, es que ha aprendido las danzas tradicionales de su pueblo, ya que ha podido encontrarse con otras mujeres de su pueblo. Gracias a esto ahora coordina una escuela de danza para promover su cultura en la UPI La Florida, aunque jamás ha vuelto a su territorio y no recuerda nada de él.

“Nosotros ahorita estamos en práctica de baile y quiero que más mujeres se unan a ella y que nos apoyen”, dice María Luciriana.

Danzas embera en UPI La Florida

“Me gustaría que muchas mujeres se unieran a nosotros y conocieran más de nuestras vidas, de nuestra historia y de nuestra cultura, que de pronto se interesen por aprender nuestro dialecto tradicional, así como nosotros hemos aprendido español. Estamos dispuestas a enseñarle a otros sobre nuestras danzas, artesanías y métodos medicinales. Espero que les guste la cultura de nosotros, así como nos gusta la de las personas de Bogotá”, concluye Yaneth Vásquez.

Estas mujeres embera hoy hacen parte del proyecto de Transformaciones Culturales para la Paz de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte que busca crear espacios de cuidado y una red de apoyo para que puedan ejercer sus liderazgos.

 

 

 

 

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