Bogotanitos - Mitos y leyendas
Visitar la Candelaria es sumergirse en el alma de Bogotá. Cada esquina, cada calle y cada edificio cuentan una parte de la historia de la ciudad y de Colombia. Es un lugar donde la tradición se mezcla con los vientos del futuro, ofreciendo a sus visitantes una experiencia inolvidable.
Durante la conquista española, en el siglo dieciséis, los indígenas Muiscas escondieron muchos tesoros en cuevas, huecos y cerros inclinados alrededor de Bogotá. Uno de estos tesoros fue escondido en una cueva del Cerro Guadalupe, era un venado de oro de tamaño natural junto con numerosas joyas indígenas creadas por los Muiscas.
Dicen que en el año de 1583, época en la que los indios lavaban la ropa en los ríos San Francisco y Manzanares, la gente del pueblo debía bañarse en ellos y recolectar agua para cocinar.
Hacia 1870, Bogotá fue administrada por el Alcalde Bruno Arias, casado con la señora Paulina Jiménez, quienes tenían un hijo llamado Eduardo Arias Jiménez, con el sobrenombre de "el Loco Arias".
La gran imaginación de los conquistadores, los llevó a ver en sus delirios, un brillante pueblo con calles y casas de oro, donde el preciado metal era tan abundante y común que prácticamente todo se construía con oro, incluyendo los utensilios de cocina.
Cuentan algunas personas de Cundinamarca que el Puente del Común, el que está ubicado en la vía de Bogotá a Zipaquirá, fue construido por Satanás y los diablos del infierno.
A finales del siglo diecinueve, es decir, hacia el año 1900, Bogotá tenía tranvía, una especie de compartimientos rectangulares techados y con bancas para que la gente se sentara, que servía de transporte de pasajeros hecho con madera y metal. Los tranvías eran abiertos y a lado y lado tenían escalones para subir y bajar.