Leyenda de la fundación de Santafé

Leyenda de la fundación de Santafé

Cuentan los historiadores que “la expedición principal hacia el interior del país, la emprendió desde Santa Marta, en el mes de agosto de 1.536, el licenciado don Gonzalo Jiménez de Quesada, con 820 hombres de a pie y 85 caballos, en tanto que sus oficiales, con 5 naves y 200 hombres, deberían seguir aguas arriba del río Magdalena. 

Dicen que esta expedición por el río resultó casi completamente aniquilada. Quesada, en tanto, avanzó, en medio de continuas luchas con los indios, a través de la impenetrable selva tropical, llena de plantas espinosas y apretados troncos, de arañas venenosas, gusanos, escorpiones y serpientes, murciélagos y mosquitos. 

Relatan que los soldados estaban con los cuerpos heridos y los vestidos desgarrados, que se alimentaban de frutos y raíces. Parece que en la expedición tuvieron que comer hasta el cuero de sus equipos. Unos se habían quedado ciegos, otros caminaban cojos, otros eran arrebatados, hasta de las hamacas donde dormían, por los tigres, que frecuentaban cada vez más en su ataque a los expedicionarios. 

Con frecuencia amenazaban las tropas con rebelarse. Pero la fuerza y persistencia inconmovible del jefe empujaba sin descanso el avance por las altas cumbres que hoy día se tienen por inaccesibles para personas a pie. En los mejores casos, sólo para jinetes, y que, por tanto, quedan lejos y abandonadas de toda comunicación. 

Dicen que un día los expedicionarios divisaron desde una alta montaña campos extensos, grandes sembrados de maíz y papa, árboles frutales y huertos de flores. Y en aquella grata región, fresca y abundante en agua, se veían también alegres pueblos. Los indios, aterrorizados por el estampido de las armas y fuera de sí ante la vista de los caballos, que creían formar un solo ser con el jinete, teniéndolos por criaturas superiores, se sometieron casi sin ofrecer resistencia y se humillaron como ante dioses al poder de los conquistadores. 

Les trajeron de comer y beber, entre ellos palomas y liebres y toda clase de raíces, les presentaron incluso algunos viejos y niños para que los mataran, pues tuvieron a los españoles por crueles. Extendían paños a su paso, quemaban incienso y derramaban por el suelo a manos llenas oro y esmeraldas. 

Cuentan que en el reparto recibió mil pesos cada uno de los soldados. Los conquistadores habían llegado al país de los chibchas o muiscas, a las altiplanicies de Tunja y Bogotá, un imperio que poseía una cultura relativamente desarrollada. 

Luego que los pacíficos habitantes de la Sabana quedaron sometidos, no sin que dejaran de cometerse algunas innecesarias crueldades y asesinatos en la persona de sus jefes, dispuso Quesada construir una ciudad en algún punto favorable y adecuado. Eligió para ello el lugar de esparcimiento del Zipa (Teusaquillo probablemente). 

A este sitio Gonzalo Jiménez de Quesada los llamó Santa Fe, por su semejanza con la villa del mismo nombre que en las cercanías de Granada, fundaron los resyes Isabel y Femando en las guerras contra los moros. Quesada mandó levantar en Santa Fe doce cabañas de paja en torno a una iglesia, con techo también de paja. 

El día 6 de agosto de 1.538, dos años después de ponerse en marcha desde la costa, se dirigió Jiménez de Quesada al sitio de la fundación. Todos descendieron de los caballos y él, arrancando algunas yerbas, tomó posesión de aquellos lugares en nombre del Emperador Carlos V. 

Un notario levantó acta de la posesión, donde se establecía también que todas las tierras descubiertas se llamarían en adelante Nuevo Reino de Granada, por su parecido con el reino español de igual nombre. En la pobre iglesia que era templo de la ciudad y donde se alza hoy la Catedral Primada, dijo la primera misa el Padre Las Casas, primo del famoso defensor de los negros.”

Relieve de la tierra. Foto: Pixabay.
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